El domingo por la tarde, estaba en casa, sentado frente al televisor, en la tipica tarde dominical urbanita, sin ninguna obligación especial. Mi mujer tenía pocas ganas de salir de casa a hacer nada, y estaba firmemente dispuesta a disfrutar de la tele hasta la hora de cenar sin levantarse del sofá.
Yo no quería quedarme en casa y ver como una buena tarde se escapaba entre mis dedos sin pena ni gloria, así que le dije que me iba a dar un paseo por el campo. Mi mujer me miró con cara extraña, como quien oye hablar a un marciano, porque creo que es lo ultimo que ella pensaba hacer. Pero en cualquier caso, me dijo, que me fuese, y que me esperaría a cenar.
Así que me calcé las botas, meti mi mochila de caza en el maletero, conduje un rato, y me fui a la Sierra de la Virgen. Cuando llegué allí, inmediatamente me di cuenta que había acertado en ir; comencé a caminar por el bosque, solo, en silencio, procurado no hacer ruido, para disfrutar de los animales, para oir los cantos de los pajaros, para disfrutar de un fantastico atardecer primaveral para mi solo.
Vi correr a un conejo, dos corzos salieron corriendo de entre unos arbustos a diez metros de mi, y una pareja de aguilas estuvieron sobrevolandome durante mas de diez minutos. Me sentí como inmerso en la Naturaleza, y es que no se puede disfrutar igual del monte cuando vas hablando, o cuando vas con gente… el monte lo ves cuando caminas solo, en silencio, y cuando te acercas a él sin perturbar a sus habitantes.
No me crucé a nadie, ya que me había ido a un lugar que conocía, algo alejado del camino habitual, y esas dos horitas me supieron a miel. El rato de soledad, y de cercanía con la Naturaleza fue fantastico, me sirvió para pensar, para sudar un rato, para respirar aire con olores a pinos, y para relajarme completamente. Volví a casa, le di un beso enorme a mi mujer, me di una ducha, y luego me senté a cenar delente del televisor en su compañía…. Que buen final para terminar un fin de semana.
JM
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