viernes, febrero 16, 2007

Rececho en el Maestrazgo Turolense


Este año conseguí un precinto para recechar un Macho Montés en el Maestrazgo. Un macho joven, de hasta cinco años, y yo estaba encantado ante la perspectiva de abatir un ejemplar de la pieza reina de la caza en España. Seguro que no podría ser uno de esos enormes machos de largos cuernos curvados hacia atrás, pero yo me sentía ya plenamente satisfecho con mi macho joven, ya que sería mi primer macho.

Ya había abatido un cabrito el año pasado, por lo que sabía que iban a ser unos apasionantes dias de caza, y no me decepcionaron. Mi amigo Jose Antonio y yo ibamos dispuestos a aprovechar al maximo los dos dias de caza que teniamos, y a no acordarnos del trabajo o de la ciudad para nada.

El primer dia amaneció lluvioso, gris y humedo; uno de esos dias en que llueve a raticos, poco, pero que cuando van pasando las horas llevas la ropa empapada, y las botas llenas de barro. Estuvimos recorriendo el cazadero con el coche, tirando de prismaticos, y haciendo paradas constantemente para escudriñar las laderas en busca de las esquivas cabras. Nuestro guía, Jesus, con un ojo envidiable las localizaba con asombrosa facilidad, cuando a mi me costaba verlas incluso recibiendo las indicaciones de donde debía mirar.

Jose Antonio abatió una cabra y un cabrito con sendos tiros certeros a doscientos metros, tirados a pulso, que nos admiraron por la celeridad y precisión con la que fueron ejecutados. Luego las pasamos canutas para ir a buscar los animales, puesto que tuvimos que bajar un barranco y ascender por la aldera de enfrente, donde los animales habían sido abatidos, más de dos horas para sacarlos.

A primera hora de la tarde localizamos un cabrito en una ladera, triscando bajo una carrasca. El guía decidió que si veíamos a ese debía haber más animales, por lo que sacamos los prismáticos, y estuvimos más de quince minutos observandolos, un enorme placer. Al poco apareció un macho muy joven, de unos tres años, y una hembra, que hasta ese momento no habíamos vistos por estar ocultos por la vegetación. La hembra nos pareció buena, y le hicimos una aproximación para intentar cazarla. El animal se subió a una piedra, ofreciendome su costado , sin ningun obstáculo. Era un disparo limpio de 180 metros, así que me apoyé, fijé la lente del visor Swarovsky sobre el costado del animal respiré despacio y tiré lentamente del gatillo, el disparo sonó atronador, y la cabra dio un enorme salto hacia abajo, y cuando aterrizó sobre la siguiente peña ya cayó muerta. Media hora de ascensión para buscarla y bajar con ella, ya que no era demasiado complicado el ascenso.

Esa noche cenamos en la pensión del pueblo, comida casera con vino local, que fue animada por los continuos comentarios sobre la jornada tan intensa y los lances vividos. Nos retiramos a nuestras habitaciones temprano para llamar a casa y dormir a pronto que mañana toca madrugar.

A la mañana siguiente el dia amaneció ventoso, y aunque no llovía a nuestro guía no le gustaba nada, porque con viento las cabras buscan refugiarse y es más dificil localizarlas. Nuestro objetivo eran los machos jovenes para los que teníamos precintos, y comenzamos a buscarlos afanosamente con los prismáticos.

De improviso, nuestro guía vio un grupo grande de cabras en un peñasco calizo. En cuanto nos detectaron comenzaron a moverse hacia arriba, alejandose de nosotros. El guía me urgió a darme prisa en preparar mi rifle, puesto que se alejaban, mientras con los prismáticos el intentaba localizar el ejemplar idóneo. Me echo el rifle a la cara y los busco entre las rocas “¿el macho que está de espaldas?” pregunto entre dientes, “no, ese no, el de abajo que es más grande” me responde el guía. Lo busco y veo otro macho joven un par de metros más abajo, que acaba de saltar a una roca y se queda parado mirandonos, es el momento. Apunto debajo de la paletilla y tiro lentamente del gatillo, el disparo suena en el monte y el macho salta muerto intentando huir, con el corazón atravesado por el disparo. Se despeña monte abajo, y cae diez o doce metros, facilitandonos la tarea de ir a buscarlo posteriormente.

Mi amigo Jose Antonio cazó otro macho, de modo que volvimos para casa felices por los dos dias de caza que habíamos pasado en el Maestrazgo, y encantados por los trofeos que traíamos en el maletero. Las hembras se las dejamos a la carnicera del pueblo, que prepara con ellas unos chorizos de cabra fabulosos, que ya habíamos probado de ocasiones anteriores, y que nos servirán de excusa para ir a buscarlos y volver a disfrutar de los fantasticos paisajes agrestes de los montes turolenses.

JM

2 comentarios:

prinsesa de 40 kilos 💕 dijo...

Hola soy nueva por aqui alguien desea hablar conmigo necesito de muchos consejos

Anónimo dijo...

Hola! Recién abro esta página porque tengo 12 años y nunca pude bajar de peso porque mis padres me vigilan.
Soy la ballena negra mido 1.50 y peso 56k encerio aveses me pongo a llorar porque quiero sé cómo las demás!!!
Quiero bajar aunquecea 15k
Voy a empezar hoy!!!