viernes, diciembre 22, 2006

Venado en montería


Este domingo pasado fui a cazar a Guadalajara, a los Montes Universales, en la zona de Molina de Aragón. Como siempre que nos vamos de montería con Jesús y Eugenio el punto de encuentro era Cariñena, todavía de noche; las primeras bromas con el resto de la cuadrilla, el desayuno caliente, y salimos rapidito, porque aun nos quedan casi dos horas de viaje hasta llegar al cazadero.


Mucho frio, y mucha niebla, y con los rifles en la parte de atrás de la pick-up, nos vamos para Guadalajara, con mucha ilusión, como tantos domingos invernales. El viaje nos viene bien para ponernos al dia de novedades, para hablar de anecdotas de caza, y para contar chistes, que van haciendo el viaje más corto.


Llegamos de los primeros al bar del pueblo, que es el punto de reunion con el resto de los cazadores del coto. Cojemos sitio en las mesas más cercanas al fuego, porque se agradece el calorcillo, y encargamos los huevos fritos con jamón, que son la parte más segura de la cacería del día., eso no hay que perdonarlo ningún domingo, que luego el dia es muy largo y en el monte hace mucho frío.


Al rato se sortean los puestos. Nos vamos acercando uno a uno a coger un sobre en el que nos dicen el puesto designado, y quien es el postor, la persona del pueblo que nos va a colocar en los puestos de caza. A mi me toca el puesto dos, y a mis amigos el cinco y el seis; y nos dicen que hoy vamos a cazar un monte muy complicado, y que hay que caminar un buen rato para llegar hasta los puestos.


Nos dirigimos hacia el cazadero ,una pequeña comitiva de coches que se divide en dos grupos, unos nos vamos hacia la parte de arriba de la montaña, y el otro grupo se dirige al barranco de abajo. Vamos a cazar una ladera muy boscosa, y uno de los grupos de cazadores nos situamos en la parte superior de la montaña, donde el bosque clarea algo más, y el otro grupo cierra la parte de abajo, desde un barranco, por si los ciervos buscan huir por allí.


La caminata empieza ladera arriba, cargados con rifles, mochilas etc… un grupo de diez cazadores en fila india que en silencio asciende en el frio de la mañana. El suelo está helado y cruje bajo las botas, y pasa media hora antes de llegar al primer puesto. Empezamos a colocar a los cazadores, y cuando llegamos al dos, mi amigo Eugenio, jadeando, me dice, "Cambiame el puesto, yo me quedo en este y tu te vas al seis. ¿Te parece bien?" Asiento con la cabeza, porque veo que la subida le está apurando, y sigo la ascensión, tras la linea de cazadores, que ya se me está escapando entre la niebla.


Poco a poco vamos colocando a la gente , en silencio, para que la caza no nos detecte, y huya antes de permitirnos cerrar el area a cazar. En el puesto cinco se queda Jesus, y al seis me voy yo. Me toca en una zona clara de unos 40 metros con arbustos hasta la cintura, y rodeada de bosque. Me acerco al puesto de Jesus para controlar excatamente donde está situado y evitar peligrosos tiros en su dirección, le deseo suerte y me vuelvo para mi puesto.


Busco un buen emplazamiento, ligeramente protegido, para que no se me vea demasiado; en un lado del claro, bajo un enebro desde el que controlo un area amplia. El tiradero es bueno, si algún venado entra en el claro, y pretende cruzarlo habrá de salir y ponerse a tiro en algún momento. Además veo que el viento me da de cara, así que no les lleva mi olor a los animales.


Por la emisora oigo que ya han soltado los perros. Las rehalas pronto comienzan a encontrar los primeros rastros, y se mueven los primeros animales. La adrenalina comienza a subir cuando oigo las ladras en la ladera que hay debajo de mi puesto, no se ve nada, pero los perreros gritan por la emisora que ha salido un ciervo. Al poco se escuchan dos disparos a mi izquierda, han sido lejos, el ciervo ha cruzado la linea de tiradores, y alguien ya le ha podido disparar.


Después silencio, parece que no se oye nada, el sol comienza a calentar, y se está muy bien, porque no corre viento. Pasa un rato tranquilo, y disfruto de los sonidos de la naturaleza, los pajaros que cantan entre los arbustos, y un aguila que planea allá en lo alto, y que observo con los prismáticos.


A media cacería el tema vuelve a ponerse interesante, los perros se vuelven a acercar por mi zona, y se empiezan a oir ladras, disparos en algunos puestos, y por la emisora dicen que han matado un venado. Mi amigo Eugenio me susurra por la emisora "Josemari, va uno hacia tu puesto, que anda en paralelo a la linea de tiradores" le respondo que OK, y me preparo. Al poco se oyen ruidos en el bosque, ruido de ramas secas rotas, y se nota que algo grande se acerca al claro en el que me encuentro. Me encaro el rifle, y busco a ver donde dtecto algo de movimiento. Unos segundos después veo asomar unos cuernos entre las ramas, y un ciervo se queda justo en la linde del claro, sin decidirse a salir al campo abierto. Yo estoy mirandolo por el visor, inmóvil, maldiciendo en silencio, porque el animal tiene el sol justo detrás de él, no veo nada, y además me está dando el pecho, por lo que es practicamente imposible disparar.


El animal no me ha visto y comienza a andar, saliendo al claro; le meto la cruz del visor en la paletilla, y disparo, el animal se encoge y comienza a correr, le disparo dos veces más entre los arboles y se aleja al trote hacia el puesto de Jesús. Oigo que él le dispara, y yo cambio de cargador, tan a tiempo, porque el animal vuelve a entrar en mi claro, ya muy herido, y le doy un ultimo tiro, con el que lo tumbo y lo remato.


El corazón se me sale del pecho de la alegría. Me acerco a ver el animal, es un macho joven, con diez puntas, con la cuerna perfecta, y muy simétrico. Mi primer tiro (que debía haberlo derribado) ha sido trasero, y los otros dos también le han dado en zonas no vitales, por lo que el animal fue capaz de correr hasta el puesto de mi compañero, y regresar a morir a mi claro. Hablo con Jesus por la emisora y le doy las gracias.


Al poco me vuelvo a situar en mi puesto, y oigo una ladra a lo lejos. Poco despues vuelvo a oir ruidos entre los arboles. Algo se está acercando, y suena cerca; oigo que mi compañero Jesús abre fuego, y una carrera se dirige a mi puesto. Me encaro el rifle, y veo unos cuernos que corren tras los arbustos, es una animal grande, pero no llega a romper hacia el claro que yo domino, sino que se interna entre la espesura sin dar oportunidad a dispararle. Por la Radio, Jesús me dice que él ha tumbado otro. Le habían entrado dos animales juntos, y él había tumbado uno mientras que el otro huyó entre los arboles sin ponerse a tiro de mi rifle.


Durante el regreso, mi amigo Euenio, que no había visto ni un solo animal desde su puesto, se lamentaba amargamente de haberme cambiado el puesto, y fue objeto de amistosas bromas durante todo el trayecto de vuelta. Un gran dia de cacería, en el que un providencial cambio de puesto me llevó a encontrarme de frente con un venado, y que supe aprovechar a pesar de las difcultades que presentaba el terreno por la dificultad de efectuar los disparos en terrenos con mucho arbolado.
JM

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